miércoles, 11 de febrero de 2015

dibujar es sacar una línea a pasear: reflexión de shau tan

Suelo ser reacio a usar la palabra «inspiración» para presentar mi trabajo, pues suena como si, de pronto, una lluvia de rayos de sol pudiera caer encima de un individuo pasivo pero en un estado mental particularmente receptivo. Aunque lo cierto es que ese puede ser el caso en las raras ocasiones en las que se te ocurre una idea sin motivo aparente, la realidad acostumbra a ser mucho más prosaica. Si me pongo a observar una hoja de papel en blanco, nunca se me ocurre nada original; al contrario, experimento una falta de inspiración absoluta, no me siento nada receptivo. Se trata de ese famoso y molesto estado que se conoce como «bloqueo del artista», una situación en la que tan solo se puede hacer una cosa: empezar a dibujar.
El pintor Paul Klee dijo que dibujar es como «sacar una línea a pasear», una descripción muy acertada de mi forma básica de proceder: dejar que la punta del lápiz vague por el paisaje de un cuaderno de bocetos, motivado por un impulso vago, aunque con la esperanza de encontrar algo mucho más interesante por el camino. Los trazos, las volutas, los garabatos y los rizos pueden convertirse en montañas, caras, animales, máquinas o incluso sentimientos abstractos, cuyos significados suelen tener un interés secundario en comparación con el simple acto de crear (algo que los niños pequeños saben de forma intuitiva). Las imágenes no se conciben primero y se dibujan después, sino que se conciben a medida que se dibujan. Así, el acto de dibujar constituye la forma de pensar propia del dibujo, del mismo modo en que los cantos de los pájaros se conciben en la garganta del animal.
Klee tiene otra buena metáfora según la cual el artista es un árbol y dibuja a partir de un sustrato rico en experiencias (cosas que ha visto, ha leído, le han contado o ha soñado) para que puedan crecer hojas, flores y frutos. El arte, siguiendo las leyes de la horticultura, tan solo puede crear algo a partir de otra cosa. Así, los artistas, más que crear, transforman. Sin embargo, eso no significa que el proceso de creación sea superficial o simple. Según mi experiencia, dibujar bien requiere un esfuerzo consciente: una investigación activa, una observación atenta de lo que me rodea, y una labor constante de experimentación y de recopilación de referencias, trabajo que tiene lugar siempre «entre bastidores». Ahondando en la metáfora de Klee, los artistas deben trabajar mucho para mantener su sustrato cultivado y fértil. Deben mirar a su alrededor y acumular activamente un buen bagaje de influencias que puedan llevar consigo cuando saquen a pasear esa línea.
Si bien la mayor parte de mi trabajo gira en torno a proyectos que acaban publicándose, como libros, películas y cuadros terminados, la materia prima de todos ellos (el sustrato) permanece en gran medida oculta, guardada en carpetas, cajas y cuadernos de bocetos. Algunas de esas obras son ideas incipientes, algunas felizmente abandonadas, otras pendientes de una excusa que permita resucitarlas. Otras son pruebas que realicé durante la fase inicial o durante el difícil desarrollo de algún proyecto, ilustraciones eminentemente utilitarias, meros pasos previos por los que tuve que pasar antes de completar una obra. Otros son ejercicios para no perder la forma como artista, donde la práctica del dibujo está orientada a aprender a ver, un trabajo que no tiene fin. 




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